Año nuevo

Fuegos artificiales, química pura que ilumina el cielo

Así se producen las luces que alegran las celebraciones de Año Nuevo en todo el mundo.

La pirotecnia que le da la bienvenida al 2020 se remonta a hace más de 1000 años en China, según los historiadores. Aunque después los árabes llevaron la fórmula de ese material inflamable a Europa durante su expansión por España y el Norte de África, pero no para iluminar el cielo, sino con fines bélicos. 

Sin embargo, en la actualidad las celebraciones más significativas no pueden ser sin los fuegos artificiales, una fuente de alegría cuyo secreto está en la temperatura. De este factor depende que la luz varíe de desde el blanco como la nieve hasta el rojo más intenso pasando por la gama intermedia. Los colores se logran al controlar la temperatura. 

Y la magia se produce gracias al diseño del cartucho, pues de cómo se organice la pólvora en su interior dependen las formas asombrosas y la dirección que tomen. La mecha es el conducto que lleva al cartucho de pólvora, lo que lleva al estallido de los metales oxidantes que crean las luces de artificio. 

Se usa la pólvora negra, compuesta de un 75% de nitrato de potasio, un 15% de carbono y 10% de azufre. 

Y la pólvora combinada con los siguientes elementos es la mezcla que crea el espectáculo que el mundo espera cada Año Nuevo. 

El sodio es el responsable de los amarillos y los dorados.

El bario produce los verdes.

El cobre (carbonato de cobre / monocloruro de cobre) da lugar al color azul.

Las sales de estroncio dan el color rojo.

El titanio es el responsable de los destellos blancos y plateados.

Otros químicos usados habitualmente son:

El carbono, que provee el combustible.

Los oxidantes, que producen el oxígeno para la combustión.

El magnesio, que incrementa el brillo y la luminosidad.

El antimonio, que da un efecto glitter (es un efecto que marca los halos de los brillos).

El calcio, que da más intensidad a los colores. Foto: Creative Commons

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