Jugadoras: en Latinoamérica es más difícil ser futbolista

Las jugadoras enfrentan retos políticos, culturales e incluso históricos en este deporte.

En algunas partes del mundo, una competencia justa puede requerir simplemente una cancha decente para entrenar.

Las jugadoras latinoamericanas enfrentan retos políticos, culturales e incluso históricos en el fútbol y el deporte en general. Su batalla por ser aceptadas y por reducir la brecha con los hombres es muy distinta a la de las mujeres de países más desarrollados, que pelean por cobrar lo mismo que sus pares masculinos.

Alentadas en parte por las luchas de las jugadoras de Estados Unidos, Australia y otras naciones, Isabella Echeverri y Melissa Ortiz lanzaron una publicitada campaña en la internet este año con el fin de llamar la atención a los padecimientos que enfrentan las futbolistas de la selección colombiana.

La campaña tomó fuerza cuando los populares jugadores de la selección masculina les brindaron su apoyo.

Las dos jugadoras decidieron hacer algo cuando dejaron de recibir los 20 dólares diarios que percibían por cada sesión de entrenamiento y otros beneficios de la federación nacional. Posteriormente surgieron denuncias de acoso sexual en la selección sub17.

“Llegó un momento en el que nos dijimos, ‘si no lo hacemos nosotras, ¿quién? Si no ahora, cuándo?’”, declaró Ortiz a la Associated Press.

Las jugadoras colombianas se apuntaron una victoria cuando se anunció que la liga profesional femenina seguiría funcionando a pesar de que se hablaba de que dejaría de existir.

La selección femenina de Colombia fue a la Copa Mundial del 2015 y a los Juegos Olímpicos del 2016, pero no se clasificó al mundial del mes que viene en Francia.

“Tenemos otras batallas”, dijo Camila García, cofundadora de la asociación de jugadoras de Chile y miembro de la junta de FifPro, el sindicato internacional de futbolistas. “Estos equipos de elite tienen convenios colectivos de trabajo con los que nosotras soñamos, pero no tenemos mecanismos para negociar. No podemos sentarnos a la mesa a dialogar. Por eso estamos tratando, como primer paso, de ser escuchadas, de decir lo que necesitamos, para tratar de ver cómo podemos hacer crecer el fútbol femenino”.

Argentina anunció hace poco que la liga femenina pasaría a ser profesional. Hasta ahora era amateur, lo mismo que en buena parte del mundo.

Cada uno de los 16 clubes de la liga debe tener al menos ocho jugadoras con contratos profesionales. La asociación argentina de fútbol aportará $600,000 para ayudar con los contratos.

Esto se decidió después de que Macarena Sánchez demandase a su antiguo club y a la asociación, pidiendo ser reconocida como profesional.

El equipo argentino, que en el 2017 se declaró en huelga cuando le suspendieron un pago de $10 diarios, participará en la Copa Mundial por primera vez en 12 años.

Brenda Elsey, profesora adjunta de la Universidad de Hofstra de Nueva York y coautora de “Futbolera: A History of Women and Sports in Latin America” (Futbolera: Historia de las Mujeres y el Deporte en América Latina), dijo que algunos de los progresos registrados en el fútbol femenino pueden responder a los avances de los movimiento de defensa de los derechos de la mujer en la región.

“Su situación mejoró en el sentido de que están bastante organizadas, tienen apoyo en las redes sociales”, comentó Elsey. “Tienen un contacto con el movimiento feminista que no tenían en el pasado.

Todo esto puede ser atribuido al dinamismo de Ni Una Menos y a otros movimientos feministas de América Latina que han cambiado la noción de lo que es el feminismo, y que están incorporando más reivindicaciones, como los deportes femeninos. Por eso considero que están mejor preparadas para hacer frente a la estructura patriarcal”.

Apenas comenzado un amistoso entre Puerto Rico y Argentina en agosto del año pasado, las boricuas se reunieron y se pusieron las manos en los oídos, como diciendo que sus reclamos de dinero para el equipo de mujeres no estaban siendo escuchados. Algunas jugadoras dijeron que jamás cobraron un peso por las eliminatorias del Mundial.

“Reclamamos lo básico”, expresó la mediocampista puertorriqueña Nicole Rodríguez. “Como un sitio donde entrenarnos que no esté anegado. Queremos jugar amistosos para poder subir en la clasificación de la FIFA y para estar mejor preparadas. Y reunirnos para trabajar al menos cuatro veces al año. No tenemos nada de eso. Sí, sería magnífico poder cobrar, pero en estos momentos lo que queremos es poder seguir creciendo y recibir el respeto que nos merecemos”.

Las jugadoras de la selección de Estados Unidos llevaron su batalla por igualdad de salarios a los tribunales este año, denunciando discriminación de género en una demanda contra la federación nacional.

La selección estadounidense es una de varias, incluidas las de Australia, Noruega y Dinamarca, que libran batallas públicas por mejores salarios y condiciones de juego.

Pero esos equipos pertenecen a federaciones con muchos más recursos y con voluntad política de cambiar las cosas.

La FIFA anunció hace poco un ambicioso plan para promover el fútbol femenino. Sara Bareman, directora del fútbol femenino de la FIFA, dice que el objetivo es darle más difusión y comercialización al balompié femenino.

Indicó que la Copa Mundial es una gran plataforma para darle impulso.

“Creo que si logramos resultados al máximo nivel, eso repercutirá en las naciones en desarrollo”, manifestó.

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