Cuando una persona se enamora de otra, en su tejido neuronal se activan circuitos relacionados con la confianza, la felicidad y la adicción a las drogas, y se silencian las áreas vinculadas a la tristeza y la depresión, según un informe de dos universidades, una europea y otra americana. ¡Por eso el amor nos enloquece!
El amor en realidad está en el cerebro, y no en el corazón. Es lo que sugieren las últimas investigación científicas, gracias a las cuales comenzamos a entender, la razón de que las “flechas de Cupido” nos hagan "perder la cabeza", y nos inyecten euforia y una especie de locura transitoria.
Un equipo internacional de expertos ha desarrollado un mapa del cerebro enamorado, en el que ha desvelado el proceso neuronal mediante el cual el deseo sexual humano llega a transformarse en enamoramiento y durante el que se activan las mismas regiones cerebrales implicadas en la adicción a las drogas.
El psicólogo Jim Pfaus, de la Universidad de Concordia (www.concordia.ca), en Canadá, junto a investigadores de Estados Unidos, Canadá y Suiza, analizó los resultados de veinte estudios científicos en los que se había examinado la actividad cerebral de personas que desarrollaban actividades como visionar imágenes eróticas u observar fotografías de sus seres queridos.
Al combinar todos estos datos, los científicos, comprobaron que el amor y el deseo sexual activan diferentes áreas de una estructura cerebral llamada cuerpo estriado.
En este sentido la doctora Natalia López-Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular, de la Universidad de Navarra (www.unav.edu) analiza los procesos cerebrales que intervienen en el enamoramiento, en un nuevo vídeo divulgativo titulado "¿Cómo funciona un cerebro enamorado?".
"En el enamoramiento, tras el impulso emocional del inicio, se ponen en marcha los circuitos cerebrales de la confianza para consolidar el vínculo amoroso, y se silencian específicamente las áreas que crean distancias, aquellas que se activan en estados depresivos o de tristeza", explica esta experta.
Además de la voz o el intelecto, en este proceso la vista juega un papel importante, según López-Moratalla, porque ver el rostro de la persona de la que uno se ha enamorado es importante para despertar y mantener el enamoramiento, ya que provoca una serie de emociones positivas que llevan al enamorad@ a empatizar, es decir a identificarse mental y afectivamente con el estado de ánimo del otro, así como a conocer los sentimientos e intenciones y ajustar las respuestas.